"De todos los conocimientos posibles, el más sabio y útil es conocerse a sí mismo"
Estas palabras de Shakespeare, nos animan a adentrarnos en esta tarea del conocimiento propio que tantas beneficios nos puede generar. Requiere de una disposición al aprendizaje continuo porque es un proceso dinámico y fluido como nuestras propias vidas.
En principio, todos estamos de acuerdo en las ventajas de saber como somos, y lo entendemos necesario para poder desarrollar, desde esa realidad, nuestras capacidades a nivel personal y profesional; pero en la práctica nos resistimos a reconocernos en aquellos aspectos que nos gustan menos de nuestra forma de ser ó de actuar. No tenemos problema para aceptar nuestras fortalezas, que las tenemos, pero sí para reconocernos en nuestras debilidades, y por eso nos incomoda tanto cuando alguien nos hace ver nuestras carencias ó estas quedan en evidencia.
Cada uno tenemos aspectos positivos en nuestra forma de ser y comportarnos, que son clave en nuestra aportación en cualquier sistema (una familia, un trabajo lo son), y otros menos positivos que nos gustaría que “no fueran con nosotros” y por supuesto “que no trascendieran a los demás”… queremos ignorarlos y lo hacemos disimulándolos ó poniéndonos una máscara en la que interpretamos un papel idealizado…en el que buscamos dar otra imagen y creernos que por maquillar esos defectos que no nos gustan, éstos no existen.
La razón principal de nuestro comportamiento, es la necesidad que todos tenemos de sentir la aprobación de los demás y antes “la nuestra”. Tenemos resistencia a que la imagen que nos hemos forjado sobre nosotros mismos no siempre se corresponda con la realidad y que los demás puedan darse cuenta y en ese caso, valorarnos menos ó rechazarnos…
Todos, como seres sociales que somos, tenemos una necesidad básica de seguridad que cubrir, pero hay que evitar el crearnos una excesiva dependencia de la opinión ajena de modo que nos pueda llevar a comportarnos “forzando” nuestras actuaciones, reprimiendo nuestras emociones… y lo que es más dañino, dificultándonos el querernos y el actuar con naturalidad en los distintos ámbitos donde se desarrollan nuestras vidas.Toda identidad que dependa en exceso del juicio de los demás, implica un estado de extrema fragilidad, porque puede esfumarse cuando ese reconocimiento ya sea familiar, social o profesional desaparezca.Nos conviene crecer en autoconocimiento y para ello, perder el miedo y poner nombre a esos pensamientos, deseos y reacciones que podemos tener. Si niego algo o lo esquivo, no puedo transformarlo, porque no me hago consciente.
Desarrollar el hábito de la reflexión es de gran ayuda. Reflexionar ensancha y enriquece nuestro espacio interior: nos facilita asumir con paz nuestro ser y poder integrar las diversas facetas de nuestra vida -trabajo, relaciones sociales, ocio, etc.- con el proyecto de vida que queremos, abriéndonos espacio al aprendizaje y por tanto, a la posibilidad de cambiar!
Necesitamos también superar una perspectiva exclusivamente subjetiva para tener en consideración otros pareceres: abrirnos a lo que los demás ven sobre nosotros…Recibir FeedBack y escuchar lo que otros nos pueden enseñar sobre nuestros comportamientos, es fuente de sabiduría y el mejor camino para crecer como personas.
De este modo podremos ir siendo conscientes de nuestros puntos ciegos, de esas cosas que nos hemos estado ocultando porque no correspondían con la imagen idealizada que teníamos de nosotros; de nuestras creencias limitantes que hemos alimentado sobre nosotros mismos, y podremos también evitar los pensamientos negativos recurrentes que nos han acompañado a lo largo de nuestra vida.
En la medida que nos vamos conociendo-entendiendo-amando, podemos ir desmontando nuestras creencias sobre las que asentamos nuestros deseos de seguridad y conexión sustituyéndolas por otras mejores, y de este modo, ir transformando nuestro comportamiento, cambiando libremente nuestras reacciones automáticas de siempre por decisiones conscientes, inspiradas en el conocimiento íntimo de lo que nos está en realidad pasando y queremos transformar.
El autoconocimiento debe estar seguido de la autoaceptación, ya que la autoconciencia en sí misma no nos hace más libres ni felices. En algunos casos incluso puede hacer que nos sintamos más miserables, si va acompañada de una crítica interna. Asumir nuestra verdad es requisito para poder ser feliz ya que condiciona nuestra forma de estar en el mundo y de relacionarnos con el. Ya señaló el filosofo Kierkegaard que “la forma más profunda de desesperación es la de aquel que ha decidido ser alguien diferente a quien es”. Por eso la autoaceptación tiene, como uno de sus regalos, la serenidad interior. En el caso de las mujeres, además, el deseo de ser excelentes, nos puede llevar a un estrés muy alto que de este modo evitaríamos.
La conciencia de nuestra limitación, de la imperfección propia, no debe frenarnos en nuestra aspiración a la plenitud, a mejorar como personas. Es precisamente desde el reconocimiento de nuestra vulnerabilidad, de nuestra consciencia de la misma, desde donde podemos empezar a crecer.
Descubrir que el autoconocimiento puede ser liberador y clave para el desarrollo personal y profesional es el punto de partida para una vida lograda.