Leyendo acerca de la llamadas Organizaciones Ágiles, me ha llamado la atención una de las características con la que las definen y es, cómo consiguen mantener un equilibrio en su modo de operar que les permite no perder su razón de ser, mantener claro su Pro- pósito, y al mismo tiempo, adaptarse al entorno en el que trabajan. Es decir, integran en su ADN, dos principios: Estabilidad y Dinamismo que les hace ser muy competitivas.
Expresado con otros conceptos, es la teoría que el Dr Adizes desarrolla cuando describe la Función y la Forma en las Organizaciones. La Función sería el Propósito, es lo que da estabilidad; es aquello por lo que las Organizaciones surgieron, lo que sus fundadores querían llevar a cabo e incluye su Misión y sus Valores; y la Forma, serían “los Cómos», los distintos modos de llevar a cabo el porqué, y que con el tiempo, debe adaptarse a su entorno y evolucionar. Es el dinamismo. Hay muchas maneras de ejecutar la Misión que dio razón de ser a su comienzo, teniendo en cuenta sobretodo, la irrupción digital.
Pensando en nuestras vidas, me parecía que estos dos conceptos, Estabilidad y Dina- mismo, deberían ser también una aspiración para nuestras vidas por las ventajas que conllevaría, ya que saber combinar personalmente, el tener principios sólidos y al mismo tiempo ser flexibles para conocer e incorporar todo lo positivo que el cambio en el ecosistema donde vivimos y trabajamos, puede aportarnos, es fuente de armonía interior.
Tener principios, supone saber cuales son mis Valores y el Sentido de Propósito sobre los que quiero desarrollar mi conducta y proyecto de vida. Qué es para mi importante e innegociable, que quiero custodiar: mi modo de Vivir, mi proyecto familiar etc… Esto me facilitará, al esforzarme por unificar mis acciones, pensamientos y sentimientos en orden a ese fin, el vivir con coherencia, y me evitará desgastes de energía propios de quien carece de proyecto en su vida.
El entorno en que vivimos evoluciona con rapidez, en función de las tendencias del mundo y de la sociedad por eso hay que tener muy presente, aquello qué nos guía y es nuestra razón de ser como persona.
Mantener una actitud flexible en temas no esenciales, me predispone a estar abierto al aprendizaje, y a respetar, otros modos y formas de pensar y hacer. Ser flexible me permite adaptarme a los cambios de diferentes entornos y condiciones de trabajo, y desde el punto de vista mental, ser flexible me permite cambiar creencias y pensamientos en función de nuevos puntos de vista: comprender más y mejor a los demás, reconocer y corregir los propios errores, y aceptar más a quien piensa diferente evitando ser dogmáticos y rígidos en perseguir ese “orden mental” preconcebido que en ocasiones nos impide ver la cosas de otra manera.
La flexibilidad conlleva una actitud, que la diferencia de la mera adaptación a los cambios, ya que la persona flexible se cuestiona las cosas ponderando si es bueno actuar de una manera o de otra, pero evita el tener resistencia previa al cambio.
Desarrollar este equilibrio en nuestras vidas, combinar Estabilidad y Dinamismo, es fuente de bienestar personal y una oportunidad de aportar valor, en los entornos familiares y profesionales por los que discurra nuestra vida.